El Papa Francisco y el derecho al agua
El pasado 24 de febrero el Papa Francisco hizo un discurso a los participantes en el marco del seminario “Derecho humano al agua” organizado por la Academia de Ciencias Pontificia. El discurso íntegro, cuya lectura recomiendo, puede encontrarse fácilmente en la web oficial de la Santa Sede.
¿Qué decía el Papa en este discurso? Me gustaría destacar las siguientes ideas:
- “Donde hay agua hay vida, y entonces puede surgir y avanzar la sociedad”
- “Es necesario otorgar al agua la centralidad que merece en el marco de las políticas públicas. Nuestro derecho al agua es también un deber con el agua.”
- “Yo me pregunto si en medio de esta «tercera guerra mundial a pedacitos» que estamos viviendo, no estamos en camino hacia la gran guerra mundial por el agua”
- “Las cifras que las Naciones Unidas revelan son desgarradoras y no nos pueden dejar indiferentes: cada día mil niños mueren a causa de enfermedades relacionadas con el agua; millones de personas consumen agua contaminada. Estos datos son muy graves; se debe frenar e invertir esta situación. No es tarde, pero es urgente tomar conciencia de la necesidad del agua y de su valor esencial para el bien de la humanidad.”
- “El respeto del agua es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos […] Si nos saltamos este derecho básico, ¿cómo vamos a ser capaces de velar y luchar por los demás?”
- “Dios Creador no nos abandona en este trabajo para dar a todos y a cada uno acceso al agua potable y segura. Pero el trabajo es nuestro, la responsabilidad es nuestra.
El agua es una condición fundamental para la vida. La necesitamos a diario y su ausencia (o su presencia contaminada) es causa de muerte prácticamente inmediata. El mensaje del Papa está muy claro y lo compartimos todos. Hay que mejorar las condiciones de acceso al agua y evitar las terribles cifras que menciona.
Pero no hay que caer en la trampa de pensar que esos dramas humanos pertenecen en exclusiva al tercer mundo y no nos afectan. Que todos los días salga agua del grifo es un pequeño milagro detrás del cual hay mucha técnica, ciencia y esfuerzos. La seguridad hídrica de la que gozamos en España no ha sido flor de un día. Los más viejos del lugar han vivido tener que ir a por agua a la fuente de la plaza del pueblo porque no la tenían en sus casas. Las modernas depuradoras apenas tienen 40 años y el parque de presas y embalses español tiene una edad promedio de unos cincuenta años.
Los aviones necesitan suministro de combustible para volar. Si se paran los motores de un avión y se fía su movimiento al impulso que lleva en ese instante, en poco tiempo el resultado será un accidente o, cuando menos, un aterrizaje forzoso de imprevisibles consecuencias. Con las obras hidráulicas pasa igual, y si no se mantienen adecuadamente volveremos a situaciones que ya creíamos pasadas.
En el caso de nuestra Comunidad Valenciana, y de la zona mediterránea en general, las proyecciones de cambio climático no auguran cambios drásticos en el volumen de precipitación recibida, pero sí un aumento de los fenómenos extremos (inundaciones y sequías). Esta realidad implica que no sólo habrá que mantener adecuadamente las infraestructuras existentes, sino que habrá que aumentar la capacidad de almacenamiento de las mismas, bien mediante ampliación de las existentes (recrecimiento en el caso de las presas y embalses), bien mediante la construcción de las obras nuevas. En este sentido cabe destacar el pernicioso efecto que han provocado interpretaciones interesadas de la Directiva Marco del Agua, sirviendo de excusa a grupos de presión pseudo-ecologistas para intentar detener obras hidráulicas en nuestro país. Y no sólo han servido, sino que sirven. Haciendo gala de una tremenda irresponsabilidad, bien por ignorancia, bien por dolo, bien por intereses creados, y a veces con el apoyo de profesores universitarios, estos movimientos torpedean la ejecución de obras que en el futuro pueden ser las que den de beber a nuestros hijos (también a los suyos, por cierto). Las posiciones beligerantes contra los trasvases, por ejemplo, no hacen más que dañar una de las alternativas más claras para la obtención de recursos hídricos. Trasvases que no son necesarios para ampliar la disponibilidad de recursos, como se hizo hasta un pasado reciente, sino para poder mantener las demandas existentes y disponer de más alternativas de gestión. Y trasvases que, acompañados de bombeos, pueden servir en el futuro para llevar aguas de la cuenca receptora a la cuenca de origen, si fuera necesario. No olvidemos que hoy por hoy las centrales de bombeo son la única posibilidad de almacenar energía a gran escala cuando hay excedentes eólicos o solares. En definitiva, que el futuro nos empuja a una gestión conjunta de medidas estructurales y no estructurales. La famosa “resiliencia”, que no es ni más ni menos que disponer de una mejor capacidad de adaptación frente a acontecimientos catastróficos. El cambio de paradigma acontecido en el agua en los últimos años (gestionar la demanda frente a gestionar la oferta), se queda “cojo” frente a las nuevas reglas de juego que se sentirán (ya se están sintiendo) a causa del cambio climático. No bastará con mejorar la gestión de la demanda. Será necesario mantener y mejorar la capacidad de oferta. Si en vez de un litro al día te dan siete a la semana de una sola vez necesitarás un recipiente de siete litros, y no te bastará con el que usabas hasta ahora.
El mensaje del Papa Francisco es muy acertado y muy necesario. Y no sólo para países con situaciones de pobreza severa. Es acertado para todos. También para España y también para la Comunidad Valenciana. Hace poco leí esta frase en un acertadísimo post en el blog “Vetustideces” y no me resisto a usarla para cerrar esta columna: “Merece un estudio sociológico la mala prensa que tienen las presas. Aunque luego hay que ver como se pone el personal cuando abre el grifo y no sale agua.”