El número de delitos
Me pregunta con candor una de mis hijas: “Tú, que pareces más informado, dime si es verdad que ahora hay más secuestros de niños que antes”.
Ni idea, porque no conozco estadísticas que valgan.
Lo único seguro es que la fuerza contra los débiles, incluidos los ataques a menores, siempre ha existido: la violencia de género, el maltrato infantil y el abuso escolar y laboral son una constante de la humanidad. La diferencia importante en la actual sociedad de la información es que ahora hay más conocimiento sobre ellos, se divulgan más cuando ocurren y las redes sociales les dan una cobertura casi automática.
O sea, que no es que haya más crímenes, sino que se informa más sobre ellos; a veces, incluso, ad nauseam.
Eso no quiere decir, necesariamente, que seamos más eficaces en la lucha contra los delitos y en la resolución de los crímenes. Muchísimas veces, pasado el inicial revuelo informativo y su exhaustiva exposición mediática, el crimen pasa al olvido. ¿Quién se acuerda por ejemplo, a estas alturas, de David Guerrero, el niño pintor de Málaga, desaparecido hace ya 31 años?
Cada día desaparece en España, involuntariamente o no, un centenar de personas. Ése es un dato estadístico. ¿Pero cuántos otros sucesos criminales ni siquiera llegan a saberse? ¿Y cuántos crímenes efectivamente comprobados quedan sin resolverse?
No es cuestión de que los instrumentos contra el delito sean cada día más perfeccionados, ni que se preste a esos casos más atención. La delincuencia es consustancial a la condición humana y sólo la educación en la convivencia, la prevención del crimen y la colaboración social, pueden atenuarla. Pero, en cualquier caso, siempre tendremos que apechugar con ella.