CON ESPÍRITU CONSTRUCTIVOOpinión

Asimetrías autonómicas

El reciente y reincidente incidente con el tren en Extremadura ha puesto de manifiesto una vez más las desastrosas obras públicas existentes en algunas comunidades autónomas históricamente marginadas. Trenes antiguos por vías antiguas frente a los trenes de alta velocidad que circulan por las comunidades más afortunadas, algunas de ellas con gobiernos poco o nada leales a España en los últimos tiempos.

Como diría alguien cuyo nombre no quiero recordar “Es el mercado, amigo”. Las necesidades electorales priman sobre las técnicas. Sólo así se explica, por ejemplo, que el trayecto en tren de Valencia a Zaragoza dure unas cinco horas frente a la hora y media que dura el trayecto de Valencia a Madrid. O que históricamente se haya primado la conexión con Francia a través de Cataluña frente a la más lógica por Aragón (cierto es que ahí los franceses tampoco han tenido interés). La ejecución de las obras públicas se ha convertido en una moneda de cambio en la política y ahonda en los agravios comparativos que sufre el españolito de a pié en función de la Comunidad Autónoma en la que resida. Es un sinsentido que las cargas impositivas sean diferentes, incluso que en unas Comunidades Autónomas existan unos impuestos y otros no. Es un sinsentido tener legislación estatal y autonómica para temas que podrían tratarse de manera unificada y no hacen más que crear trabas a la generación de actividad comercial y con ello de empleo. Y hay aspectos que no es que sean un sinsentido, es que directamente son anticonstitucionales, como la imposición lingüística que tantas veces se ha denunciado en estas líneas.

El Estado de las Autonomías necesita una revisión urgente. El concepto era bueno y su mal uso lo ha pervertido. Y sería mucho mejor que se revisara mediante un acuerdo entre los grandes partidos antes de que partidos extremistas lo hagan por las bravas. Cuando no hay orden, él solo se pone. Quizá hace cuarenta años cuando la informática estaba en pañales era una buena idea descentralizar muchas competencias. Pero hoy en día se está demostrando que sólo sirve para mantener puestos de trabajo totalmente prescindibles que son sufragados por todos vía impuestos. Es un absurdo, por poner un ejemplo obvio, que haya diecisiete tarjetas sanitarias. Pese a varios intentos en los últimos años para unificar la tarjeta sanitaria a nivel nacional, los grandes partidos se han opuesto por la inevitable destrucción de puestos de trabajo que acarrearía esta medida. Puestos de trabajo que no pagan ellos. Los pagamos todos, incluso los que nos ponemos enfermos cuando estamos en otra comunidad autónoma que no es la nuestra y tenemos que pasar por un sistema burocrático absurdo antes de que nos vea un médico para que nos hagan una tarjeta temporal de desplazado. ¿Desplazado de qué? ¿En qué cabeza cabe?

En una ocasión discutí en las redes sobre esta cuestión con una diputada autonómica que responde al prototipo de político actual. Menos de treinta años, sin estudios ni experiencia laboral que no fuera política y desde los dieciocho en las juventudes del partido de turno. Yo le decía que si los españoles pudieran elegir entre tener autonomías o disponer de las infraestructuras hidráulicas que necesitan igual nos llevábamos una sorpresa. La señora diputada me respondió que si les explicáramos bien a los españoles para que sirven las autonomías a lo mejor la sorpresa me la llevaba yo. En ambos casos no eran posiciones objetivas. Mi interlocutora vive del chiringuito autonómico y un servidor de la ingeniería hidráulica. Quizá la respuesta correcta es que si se usaran diligentemente las autonomías habría recursos para ejecutar las obras hidráulicas que todos necesitamos. Pero eso no interesa a los que viven de atizar el enfrentamiento entre regiones por un puñado de votos.

Eduardo Echeverría García

Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Especialista en cuestiones hídricas.