La incesante leyenda negra
Pese a ser un escenario recurrente no deja de ser sonrrojante como a una parte no desdeñable de los españoles les repele la palabra España. El concepto España se utiliza como arma arrojadiza entre políticos, tertulianos, en redes sociales…mención aparte merecen los que usan el constructo “estado español” con ánimo ofensivo. Realmente no son tantos como parecen, pero hacen mucho ruido y, desgraciadamente, logran colocar su mensaje.
El mal de fondo es la capacidad innata de los españoles para las luchas cainitas, convenientemente exacerbado por quienes han conseguido convertir el sentimiento antiespañol en un rentable modo de vida. Este sentimiento ha sido hábilmente aprovechado a lo largo de los siglos por los rivales externos para propagar el relato de la leyenda negra. Lean el ensayo de Elvira Roca Barea al respecto.
Todas las grandes naciones se han construido sobre trampas, traiciones e incruentas guerras. Pero la nuestra se ha especializado en hacer propaganda negativa de la peor parte de nuestra historia arrinconando lo mucho bueno que tenemos. Los motivos de esto han sido diversos, pero principalmente han dominado el oportunismo y el cortoplacismo del dirigente de turno, muchas veces protegidos por la cobardía de aquel o aquellos que tenían poder para frenar o por lo menos atenuar esta circunstancia. El regionalismo excluyente es quizá el último ejemplo pero antes hubo muchos.
Las consecuencias de este fenómeno son terribles. Quizá la más evidente es el ahínco con el que nos dedicamos a difamar cuando no ocultar las grandes gestas de nuestros compatriotas, incluso modificando los libros de texto de las escuelas con ánimo de reescribir la historia. En las variantes más tenues esta manipulación pasa por no enseñar los contenidos que nos vertebran y centrarse en localismos que vician la visión global de España como país. En las variantes más graves se eleva a la categoría de próceres a traidores, de reinos a condados, y se construye un relato paralelo donde el causante de todos los males es… España.
El coste de este acoso y derribo no es únicamente sentimental. Estas guerras seculares se llevan una considerable parte de nuestros recursos y tienen una contribución significativa en el hecho de estar un escalón por debajo de ingleses, alemanes, franceses, etc.
Las soluciones a esta inercia de siglos son complicadas. El pesimismo de Pérez Reverte y otros muchos que le precedieron es elocuente. Tendremos que quedarnos con la sentencia de Gregorio Marañón “Amo tanto a España porque la conozco”. En cualquier caso, volviendo al asunto de la leyenda negra, no echemos la culpa en exclusiva a otros países de lo que con tanto ahínco hemos fabricado. Al fin y a la postre lo único que han hecho esos países es subirse al carro.