A contracorrienteOpinión

¿Volveremos a ser libres?

No se trata del mero confinamiento físico, que nos ha privado de libertad. Se trata de nuestra actitud moral y psicológica, que nos inclina a aceptar imposiciones y restricciones que en otra época nos habrían parecido inconcebibles.

Lo cierto es que hemos renunciado a nuestra libertad, asustados por la inseguridad ante el enemigo invisible, lo que nos lleva a ponernos en manos de un Estado que, obviamente, saca partido de ello. Entre seguridad y libertad elegimos lo primero.

Ya habíamos comenzado a hacer dejación de esta última el día en que aceptamos prescindir de nuestra propia memoria histórica y someternos a aquella otra regulada en el BOE, la cual establece cuáles son los recuerdos legítimos sobre nuestro pasado histórico. Ahora, en una vuelta de tuerca más, admitimos que el Estado, presuntamente protector, vigile nuestros datos y nuestras actividades informáticas para que no se ponga en cuestión la verdad oficial.

Ese miedo a la libertad ya lo había teorizado hace muchos años Erich Fromm, ante el hecho de que los ciudadanos se acomoden satisfechos ante las dictaduras. Total, ¿qué importa una leve limitación de derechos ante la superior protección del Estado? En el fondo, es el mismo fenómeno que se produce al pagar a la mafia para que nos proteja de sus propios matones: mucho mejor, se dice en ese caso, es pagar y vivir así más seguros.

Lo malo es que la libertad perdida no vuelve por sí sola, para empezar porque no somos conscientes de que nos la han arrebatado, aunque sea con nuestra propia complicidad. Por eso, volver a ser libres requiere un esfuerzo —de visión, de moral y de agallas— que muchas sociedades no están dispuestas a afrontar.

¿Seremos, pues, capaces de desandar el camino hacia la pérdida de libertad o permitiremos ser cada día un poco menos libres?  

Enrique Arias Vega

Periodista y Escritor. Ex director de publicaciones del Grupo Zeta, y de varios diarios pertenecientes a este grupo de comunicación