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El Cabanyal, cuando la vida de barrio es sustituida por el turismo

El Cabanyal, lejos del fantasma del derribo, se ha visto invadido por la gentrificación y los fondos de inversión

El Cabanyal lleva sumido en una vorágine de degradación que parece no tener fin. Tras años de lucha por parte de los vecinos y asociaciones para no ver reducido a escombros gran parte de su barrio, este hoy en día se está transformando en una nueva zona gentrificada.

Y es que la lucha viene de lejos, en el año 2009 se planteó la prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez a través del barrio marinero que implicaba la demolición de 1.600 casas, uno de los proyectos estrella de la anterior alcaldesa de València, Rita Barberá (PP),

Sin embargo, la fuerte resistencia de la plataforma Salvem el Cabanyal y de la asociación de vecinos, junto a otros colectivos, logró paralizar temporalmente los derribos, primero haciendo de escudos humanos entre las máquinas y los inmuebles, y después con diversos recursos judiciales.

En toda lucha hay aliados, Carmen Alborch, que en aquel momento ejercía de líder de la oposición municipal a Barberá, con su mediación consiguió paralizar cautelarmente los derribos previstos con la ayuda del gobierno nacional en manos del también socialista Zapatero.

Joan Ribó durante la campaña del 2015 hizo de la revitalización del barrio del Cabanyal una de sus principales banderas, apostando por la rehabilitación y renunciando a la prolongación de Blasco Ibáñez. Con él comenzó una tímida rehabilitación del barrio con las primeras obras de reurbanización de las calles Barraca, Reina, Doctor Lluch y adyacentes.

Aún así las manifestaciones y la lucha de los vecinos han seguido inamovibles, 9 años después de la conquista de la alcaldía por parte de Ribó, el Cabanyal ha cambiado poco, y si lo ha hecho ha sido a peor.

Pero tras las amenazas de derribo ya disipadas, basta con darnos un paseo por el Cabanyal para detectar estos cambios, donde había negocios de barrio, hoy hay locales convertidos en bajos turísticos o edificios enteros comprados por empresas.

Tal y como avanzamos la semana pasada en Mediterráneo Press, en los últimos ocho años se ha multiplicado por cuatro el número de viviendas turísticas en la ciudad de València ascendiendo a 863 en los barrios del Cabanyal-Canyamelar y parte de la Malva-rosa y el Grao. Son más de los que hay en los barrios de la Seu, Mercat y el Pilar de Ciutat Vella, donde constan inscritos 827 negocios de alojamientos turísticos, tanto de edificios enteros como de viviendas. Una problemática a la que ya se han enfrentado barrios como el Carme donde durante los últimos años y la llegada masiva del turismo post pandemia han disparado los precios de la vivienda sustituyendo así a los vecinos de rentas bajas por turistas de rentas altas

Además de la plataforma Cuidem el Cabañal-Canyamelar, está alertando de “la expansión descontrolada de la vivienda turística y vacacional, y las consecuentes dificultades de los vecinos más vulnerables para pagar unos precios del alquiler crecientes”.

Una problemática que ha trascendido al barrio, en el Ajuntament de València,  el concejal de Urbanismo, Juan Giner, que ha apuntado que la actual subasta de inmuebles puesta en marcha por el PSPV seguirá adelante, pero que en el futuro la idea es rehabilitar y destinar las viviendas «a alquiler asequible para los vecinos (…) nos preocupa la llegada de inversores extranjeros que pujan a las subastas y que van a producir una auténtica gentrificación del barrio del Cabanyal».

Pero si además de pasear por las absorbentes calles del barrio marinero por excelencia de nuestra ciudad, nos paramos a hablar con los cabanyalers, encontramos cómo estas calles se han vuelto un atractivo para jubilados extranjeros que se asientan en el barrio y donde comparten historia y problemática con los vecinos de siempre.

Según Montse, vecina de la calle de la Reina, el barrio no tiene ningún problema con los nuevos vecinos no sino con las empresas y  fondos de inversión que compran y disparan los precios. Nos aconseja que nos acerquemos a un edificio en la calle Marià Cuber donde la historia se repite y los vecinos vuelven a perder otra parte de su barrio.

Y estos nuevos casos de expulsión de los cabanyelers no ocultan ni hacen olvidar las antiguas polémicas en las que se ha visto el barrio, en 2018 el conglomerado Grupo Vértice, compró un bloque de viviendas en Canyamelar, en el 88 de la calle Vicente Brull. 5 meses después se informaba a los vecinos de que todo el bloque había sido adquirido por la empresa que pasaba a regentar a partir de ese momento la propiedad del edificio.

En el bajo se encuentra ubicada Girasol, una tienda de ropa regentada por una familia de origen chino que tiene justo enfrente, en el número 97, otro local: Girasol Kids. Tras la compra, los nuevos propietarios negociaron con los responsables del negocio, que quieren adquirir el bajo. La situación con los alquileres de los apartamentos, empero, es bien diferente.. A ellas, como admite Giménez, “no se les puede tocar”. A los otros cuatro, sí.

Una de las primeras cuestiones que realizaron los nuevos propietarios del edificio fue informar a algunos de estos inquilinos de que no querían renovarles el alquiler. En el edificio no encontramos dos viviendas  de renta antigua, ya que dos de los inquilinos del inmueble, una anciana de 92 años y una mujer de 77, son de renta antigua los que no se les quería renovar; donde otras dos viviendas del edificio estaban ocupados por la ONG Casal de la Pau, organización que facilita vivienda a personas en riesgo de exclusión social, ex convictos o con riesgo de internamiento.

La vida del barrio nunca defrauda, Josep Andreu, alicantino que vino a Valencia en los años 60 remarca que nada tiene que ver el Cabanyal que conoció de joven, e incide en que, “no queremos un barrio de turistas y negocios, queremos un barrio para vivir” admite que no es comparable la situación de degradación social previa, pero que la actual situación de apartamentos turísticos y la cada vez más escasa oferta comercial puede llevar al barrio a su fin.

Pero sin ninguna duda el futuro del Cabanyal no está perdido, en las redes sociales vamos viendo como la movilización ciudadana y sobre todo de los jóvenes también focaliza los problemas del barrio, un claro ejemplo es Bellidamen, una creadora de contenido que está poniendo el foco en todos los problemas que su barrio, el Cabanyal está sufriendo.