La independencia de León
El PSOE y la Unión del Pueblo Leonés (UPL) han aprobado por mayoría una moción en la Diputación de León para declarar la independencia de esa provincia de la comunidad autónoma de la que forma parte. La declaración no tiene efectos prácticos, pues según la ley hace falta el acuerdo de dos tercios de los municipios provinciales que tengan a su vez la mayoría del censo electoral.
No me negarán, sin embargo, que la situación es sintomática de cómo están las cosas por allí y su inquina hacia una Valladolid donde están radicadas las instituciones, aunque no sea capital comunitaria (no la hay, precisamente para evitar rencillas entre unos y otros). De momento ya son 63 los municipios de la provincia que han declarado su intención independentista, lo que no está nada mal y no hace presagiar que las cosas mejoren en un mantenimiento del statu quo.
Ya estamos, pues, una vez más, con el tema de la singularidad territorial y de los agravios comparativos. En este país no solamente es singular Cataluña que exige toda clase de privilegios, independencia de España incluida, sino que este afán de peculiaridad y de diferenciación llega a otros territorios, como es el caso de León. Y para que no faltase de nada, UPL reivindica también un habla local como idioma singular de lo que sería nuevo reino leonés.
Nos encontramos, pues, ante un tema no menor y que agita los espantajos de desarticulación territorial. Es una auténtica pena que en un país tan importante como España se potencie cualquier cosa que tienda a la desagregación, en vez de fomentar lo que en realidad nos une y fortalece, que ayuda a su vez a un mejor entendimiento entre unos y otros.