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El sanchismo lamina a los disidentes

La forzada dimisión de Juan Lobato, ex presidente del PSOE madrileño, evidencia, como dice en su carta de dimisión, que “mi forma de hacer política no es igual ni quizá en ocasiones compatible con la que una mayoría de la dirigencia actual de mi partido tiene”. Más claro, agua: se va porque su partido le abre las puertas por ser un disidente.

Parece que la maldición persigue a los dirigentes del socialismo madrileño, que no ha levantado cabeza desde que lo presidió Joaquín Leguina echado recientemente del PSOE, por otra parte, debido a su foto con Isabel Díaz Ayuso. Que ésta concita el odio de La Moncloa se comprueba que ha sido una operación contra el novio de Ayuso el que ha propiciado la defenestración de Lobato.

La forma de hacer política del sanchismo, con adhesiones incondicionales, aquiescencia a las decisiones de Pedro Sánchez, y repetir como papagayos los argumentarios que elabora el entorno del presidente sobre cualquier tema que sea contrastan con épocas anteriores del partido en que el debate interno y la disidencia puntual eran valores a tener en cuenta, a falta de un monolitismo que nadie esperaba ni echaba de menos. Recordemos, incluso, que Felipe González estuvo en una ocasión enfrentado con el Congreso del partido y aquí paz y después gloria.

Ahora, en cambio, los analistas predicen hasta siete posibles cambios en las direcciones territoriales del PSOE para satisfacción del líder máximo, ya que carecer de su confianza se ha convertido en un hándicap irrecuperable. O sea, que pobres de los disidentes de un partido bajo una dirección caudillista.

Enrique Arias Vega

Periodista y Escritor. Ex director de publicaciones del Grupo Zeta, y de varios diarios pertenecientes a este grupo de comunicación